18 de diciembre de 2007

Estimado Papa Noel. Relato de Navidad

Hola Lectores:

Si queréis publicar algo en mí blog para que lo vean los demás, enviármelo al e-mail: alberto.zambade@hotmail.com y en breve será publicado.

Saludos del Dardo
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Apreciados lectores /as:

Admiro muchísimo y acogo con gran emoción su paciencia y constancia hacia mis devenires. Pues es de gran agrado saber que uno no camina sólo en esta vida, que tiene gente que le aprecia, le quiere y le transmite muchos valores importantes. Nos es que haya vuelto del todo, pero en parte sí que me apetecía regalaros este recuerdo navideño, para que lo compartan con ilusión y cariño entre sus seres queridos.

Esta carta es muy especial en su contenido, porque la dediqué para los "Grandes", cuando la lean entenderán el término. Todos necesitamos de la ilusión y la alegría que transmite la Navidad, aunque no a todos los lugares llegue con la misma intensidad. Hoy escribo a Papa Noel, aún sabiendo que no tendré respuesta, para que me conceda el único deseo que todos los "Grandes" necesitamos para afrntar nuestras responsabilidades con serenidad y alegría... Os dejo con el relato, un placer tenerles y sentirles tan cerca.

¡Feliz Navidad!
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Estimado y querido Papa Noel:

Han pasado muchísimos años desde aquellas Navidades en que miraba la leña como ardía en el interior de la chimenea, sentado en las rodillas de mi padre, con la ansiedad de ver algún destello rojo o escuchar el sonido del campaneo de los renos... Pues siempre terminaba rindiéndome antes el sueño y entonces era mi imaginación quién lograba transportarme hasta el mundo de lo imaginable para poder hacerte invisible ante mis ojos y de ese modo poder conservarte intacto en el arcón mágico de mis recuerdos.
Como bien puedes comprobar, he cumplido muchos años. Aún tengo parte de tu misión, como en algún momento la tuvieron mis padres antaño. Mas allá de ello, aún cuando los velos de la inocencia son corridos uno a uno todos los días y la erosión del tiempo hace eco en mi vida, cuando estoy comenzando a creer lo que jamás creí y creyendo aún más en los dictados del alma; es ahora cuado te escribo por primera vez desde lo más profundo de mi corazón. Pues aunque no me creas, hay muchos y muchas que me hablan sobre la magia que desprendes, sobre lo mágicos que somos todos, pero en especial tú, Papa Noel. Pues, por negarnos como tal, estamos ciegos ante nuestros corazones, permanecemos lejanos ante las cosas que no creemos conocer a ciencia cierta y anulamos toda posibilidad de creencia que dé la apariencia ante el resto de pintarnos como seres humanos que estamos locos y creemos lo increíble e imposible por vivir en un mundo inmerso que se desenvuelve entre arena y niebla. Las miradas pierden el brillo navideño, las armaduras y la corazas crecen ¡Tenemos tanto miedo de entregarnos, de creer, de salir mal heridos ante el resto! Te confieso que desde entonces camino entre sombras y pido deseos desesperados a gritos, lejos de la convicción de que podían hacerse alguna vez realidad ante mis ojos.
Hoy te escribo, Papa Noel, para pedirte un deseo, apelando a mi ser mas pequeño y sabio y al que me resta de inocencia. Mi mirada está cansada y muchas veces nublada, mi corazón comprimido... Hay muchas cosas que no entiendo, Papa Noel. Sin embargo, necesito seguir creyendo en ti, en todo y en todos. Me llegó la hora de ser adulto, me llegó la hora de acometer responsabilidades y no quiero perder mi sonrisa, ni el brillo de cristal en mi mirada, ni la ilusión por seguir transmitiendo tu magia a los más pequeños de la casa.

Pues vi muchos “grandes” con las caras largas con el paso del tiempo, con mochilas cargadas de cuentas, no resueltas, empeñados en seguir anclados en un pasado irreversible, irrevocable y sentí mucho miedo de ser como ellos. Sí, sé lo que estás pensando, Papa Noel, cada cuál tiene lo suyo. Pero sólo te pediré una cosa más. Te pido que saques de mis ojos las vendas invisibles, pero no por ello irreales, que no me permiten ver la verdad y dame la fortaleza suficiente para hacerme “grande” sin que quitarme la sensibilidad, dándome tenacidad sin volverme caprichoso, dándome la ilusión que necesito para seguir siendo tan feliz creyendo en ti, en tu magia, mientras crezco.

Pues he crecido, lo sé, pero aún necesito de los sueños y de las ilusiones para seguir haciéndolo con responsabilidad y con mucho amor a los demás. Pues aún me acuerdo de las hermosas palabras que mi padre me decía, antes de caer en un profundo sueño, cuando mi indecisión se cruzaba y turbaba mis creencias en ti “Alberto, no puede existir un desequilibrio tan grande como para desear desde nuestro corazón algo que nunca va a estar a nuestro alcance.”

Ahora que la fecha se aproxima, me gustaría pedirte un deseo más, pero sólo si puedes, para que lo incluyas dentro de tu bolsa inagotable de regalos. Sólo te pido que agregues algo de todo esto y que dejes para nosotros los “grandes” un poco, sólo un poco de magia para poder creer en nosotros y seguir creyendo en ti, que es lo más maravilloso y mágico que nos puede suceder a todos.

Con cariño:

Un niño que ya creció.

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¡Feliz Navidad!

Alberto Zambade.
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